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El cambio está cambiando

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29/29/2023
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Desde hace dos décadas las empresas y los expertos no paran de hablar sobre el cambio. Lo importante, complejo e inevitable que se ha vuelto aprender a adaptarnos a nuevas y cambiantes circunstancias. Este tema ha pasado de ser una preocupación académica y se ha vuelto el pan de cada día para todas las organizaciones, independientemente de su tamaño o del sector en el que operen. Pero el cambio es un concepto mucho más amplio de lo que parece. El gran reto que enfrentamos los líderes y emprendedores hoy en día no es decidir si necesitamos o no cambiar, si no decidir qué significa cambiar para cada uno de nosotros.

La presión por cambiar, comenzó a acentuarse en los años noventa. Una década de prosperidad económica, e importantes avances tecnológicos, como la adopción masiva del internet. En este entorno competitivo, las empresas comenzaron a darse cuenta de que necesitaban evolucionar más rápido que antes, y volverse más adaptables para poder hacerle frente a un mundo más globalizado. En aquel entonces, esto implicaba un enfoque hacia la mejora continua de procesos productivos, para hacerlos más eficientes. Cambiar, paradójicamente, significaba hacer lo mismo, pero mejor y con menos recursos, maximizando así la rentabilidad por medio de la eficiencia.

En la década de los años 2000, con el cambio de siglo, la importancia de cambiar se hizo aún más evidente. Las compañías se dieron cuenta de que, si seguían enfocadas solo en mejorar sus procesos productivos, corrían el riesgo de volverse extremadamente eficientes en ofrecer productos y servicios que pronto dejarían de ser relevantes para sus clientes. De nada sirve ser el más eficiente, en producir algo que nadie quiere, por lo tanto, cambiaron su enfoque de la reingeniería de procesos, a uno enfocado al desarrollo de productos y servicios más innovadores. El objetivo cambió, ahora no solo se preocupaban por capturar valor para su negocio, sino también por crear nuevo valor para sus clientes.

En la década del 2010, el enfoque pasó de ofrecer productos innovadores a mejorar la experiencia que tiene nuestro cliente al interactuar con esos productos y servicios. Esto significó pasar de competir en cosas tangibles a competir en emociones intangibles. Del 2020 en adelante, el cambio está adquiriendo un nuevo significado. Ahora ya no se trata de reaccionar mediante la reingeniería de procesos, o de responder a las necesidades emergentes de nuestros clientes. Ahora el cambio significa utilizar datos e inteligencia artificial, para anticipar las preferencias de esos clientes y para aplicar procedimientos operativos ágiles que nos permitan evolucionar en tiempo real. En esta década, cambiar significa anticiparse y responder a condiciones cambiantes.

Los humanos somos criaturas de hábitos. A nuestro cerebro le encanta la rutina (aunque a nosotros no nos guste) y prefiere procedimientos establecidos. Si algo no se ha hecho antes, la mayoría de nosotros evitaremos intentarlo hasta no estar seguros de que funciona. Hay tres retos principales a los que nos enfrentamos todas las personas, equipos u organizaciones cuando intentamos cambiar. Uno de esos retos es biológico, embebido en nuestro ADN; otro es cultural, profundamente arraigado en los valores de nuestra sociedad; y el tercero es cognitivo, provocado por la forma en que nuestro cerebro procesa nueva información.