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Vamos por todo.

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10/10/2023
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Emprender una transformación en cualquier organización, es una aventura que requiere determinación y valentía. Pero cuando tomamos la decisión de lanzar un proyecto de cambio, los líderes llevamos esa determinación y valentía al extremo. Queremos que sea tan rápido y repentino, como una dolorosa pero necesaria depilación. Por lo tanto, decidimos que este proceso, requiere que vayamos all in, o que vayamos por toda la enchilada. Entonces, el comportamiento lógico, es planear un gran proyecto, y definir a detalle todas las actividades que necesitamos realizar, para pasar de donde estamos hoy, a dónde queremos llegar. Obvio, entre más detallada sea esa planeación, más seguros nos sentimos, y creemos que podemos controlar todas las variables, y evitar prácticamente todos los riesgos.

De acuerdo a Mark Layton, autores del libro Agile Project Management, esta forma tradicional de abordar la planeación de proyectos, representa una enorme pérdida de tiempo y dinero. Este desperdicio, es un resultado de la forma en que los procesos tradicionales de planeación, al tratar de definir todas las actividades a detalle con anticipación, no logran adaptarse al cambio. Los miembros del equipo y las partes interesadas, tratan de evitar cualquier cambio a mitad del proyecto, por lo que creen que la mejor oportunidad de asegurarse de obtener todo lo que desean, es al comienzo. Por lo tanto, piden que se incluya a detalle, todo lo que necesitan, todo lo que creen que pueden necesitar, todo lo que quieren y todo lo que creen que pueden querer.

Al igual que en el póquer, cuando decidimos ir por todo, es porque tenemos tremenda confianza, y sabemos exactamente lo que estamos haciendo. O bien, porque sentimos que no tenemos otra opción. Culturalmente, esto es visto como una señal de determinación y valentía. No hay nada de malo en ser ambiciosos, pero es ingenuo pensar que la vida es como el póquer. No tenemos que arriesgar todo en una sola mano para ganar en grande. Al mismo tiempo, tratar de definir y planear más allá de lo mínimo necesario, alenta el progreso del equipo, y evita que podamos aprender rápido si lo que creíamos que era deseable o viable, realmente lo es. Esto nos lleva a gastar más tiempo, dinero, y esfuerzo del necesario, construyendo la solución equivocada.

Es exactamente lo mismo, que cuando comemos de más. Nuestro organismo se alenta, ya que le cuesta mucho trabajo el digerir tanta comida a la vez. Estos alimentos, en lugar de convertirse en energía, se convierten en grasa, lo cual nos lleva a engordar, y nos hace más lentos y nos lleva a desechar, lo que no logramos procesar. Para estar ágiles y en forma, necesitamos tratar de ingerir las calorías mínimas necesarias para poder desempeñar las actividades del día. Todo lo que exceda esa porción, se convierte en grasa o en desperdicio. En la vida corporativa, este tipo de comportamiento, nos lleva a planear y a ejecutar proyectos obesos, que aumentan el riesgo de fracasar, así como la obesidad física, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Ser cuidadosos con el tamaño del reto, que decidimos planear y ejecutar en una sola iteración, no implica que debamos dejar de ser ambiciosos. Simplemente, implica que debemos dividir nuestros sueños en porciones digeribles, y trabajar ágilmente para hacerlo realidad de forma gradual. Esto no solo arrojará resultados más rápido, sino que evitará que gastemos nuestros preciados recursos, en construir soluciones que no se adapten de forma flexible a los cambios en el entorno, y que pudieran no ser lo que mejor responde a nuestras metas y objetivos.

En su libro Think Big, Act Small, Jason Jennings, enlista los principios que siguen las compañías que obtienen los mejores resultados. Entre ellos menciona, el tener una visión de largo plazo, pero con metas pequeñas de corto plazo. Ser cuidadosos con el tamaño del reto que decidimos planear y ejecutar, no implica que debamos dejar de ser ambiciosos. Simplemente, implica que debemos dividir nuestros sueños en porciones digeribles, y trabajar ágilmente para hacerlo realidad de forma gradual. Esto no solo arrojará resultados más rápido, sino que evitará que gastemos nuestros preciados recursos, en construir soluciones que no se adapten de forma flexible a los cambios en el entorno.