Está claro que dado que el mundo se mueve más rápido, necesitamos cambiar para adaptarnos a nuevas circunstancias para las que no hay precedentes, ni un manual de instrucciones. Pero el cambio es una palabra enorme, y significa más cosas de las que pensamos. El desafío más importante al que enfrentan las organizaciones no es decidir si cambiar o no, sino decidir qué debe cambiar y por qué.

La primera barrera a la que nos enfrentamos en tiempos de cambio es biológica. Todos los seres vivos, desde los microorganismos hasta las organizaciones (formadas por seres vivos), tienden naturalmente a resistirse al cambio. No importa cuán conservadores o exploradores seamos, la resistencia al cambio es natural.

En la cultura de trabajo, celebramos la determinación y la persistencia, pero a menudo las empresas confundimos la resistencia al cambio con la resiliencia. Podemos pensar que estamos siendo resilientes cuando en realidad solo estamos siendo tercos.

A veces está claro que necesitamos cambiar, e incluso podemos estar decididos a hacerlo, pero no podemos. No es que no queramos; es solo que nuestros cerebros se niegan a pagar el precio del cambio.

Hablamos de cambio como si solo hubiera una forma de cambiar. Pero el cambio puede significar diferentes cosas según el contexto de una empresa. Para determinar la estrategia de cambio correcta, necesitamos evaluar el “Fit” entre nuestro enfoque actual y las circunstancias. También es necesario evaluar si ese enfoque es mejor que las alternativas existentes.

Cuando anticipamos y reaccionamos al cambio, necesitamos determinar qué tipo de cambio producirá los mejores resultados. Una forma de hacerlo es analizando qué tan atractivo o relevante es el problema que estamos tratando de resolver y qué tan bien nuestra solución se ajusta a las necesidades y comportamientos de nuestros clientes internos o externos.

Cinco variables nos permiten determinar el Fit: demanda, disposición a pagar, frecuencia de uso o compra, satisfacción del cliente y retorno de la inversión. Podemos evaluar cada una como alto (3), medio (2) o bajo (1) según la situación actual, luego calcular su puntaje promedio para evaluar el Fit.

Una vez que hayamos evaluado el Fit, debemos evaluar qué tan diferenciado es nuestro enfoque en comparación con otras alternativas. La diferenciación es esencial porque incluso si nuestra solución tiene un alto Fit, si no es significativamente diferente, corremos el riesgo de ser sustituidos.

El análisis de cinco variables nos permite determinar nuestra diferenciación: apreciación, replicabilidad, escasez, lealtad y sostenibilidad. Podemos evaluar cada una como alto (3), medio (2) o bajo (1), según la situación actual, luego calcular el puntaje promedio para evaluar nuestra diferenciación.

La magnitud está relacionada con la intensidad. Un cambio de magnitud significa que necesitamos mejorar la ejecución de la estrategia o enfoque actual. Esto significa que el enfoque es correcto y que las actividades que estamos realizando son adecuadas, pero necesitamos mejorar la forma en que las ejecutamos.

Los cambios de actividad se requieren cuando nuestro enfoque no es el mejor para atender adecuadamente las necesidades de nuestros clientes internos o externos. Quiere decir que estamos enfocados en las necesidades correctas del cliente correcto, un mercado atractivo y con disposición a pagar por una solución, pero la nuestra no es la mejor.

A veces, los equipos o las empresas necesitan darse cuenta de que es hora de buscar un objetivo diferente. Tal vez porque la dirección actual es demasiado difícil, o porque no tenemos las capacidades adecuadas para tener éxito y, a veces, es una dirección que ya no vale la pena seguir.